ARDE SUEÑO
Hace unos días, al momento de irme a dormir, en lugar de tomar dos cucharadas de luna, -como solía hacerlo Sabines-, decidí, para soñar contigo, tomar dos gotas de rocío y una ramita de no me olvides, aun sin secar. Tuve que hervirlas previamente, luego pensar con mucha fuerza en ti y enseguida con mis capsulas de sueño, tomarme aquel té tibio y ensoñador.
Después de aquello, intenté comenzar el deambular de mi mente. Al principio, apareciste con tu vestido de piel blanca, con tu cabello suelto y tu sonrisa tímida, pero no te reconocí, porque nunca te había visto vestida de nube y porque nunca noté ni un rasgo de color debajo de tu falda. Me volví a dormitar y de repente, ante mis ojos asombrados y vacíos, te transformaste en rojo fuego y entre tus poros y entre las articulaciones de tus manos y entre tus piernas se formaron remolinos de luz que despedían flamas entre azules y doradas y hasta blancas.
Entonces decidí saciar mi sed de lumbre y humo y me abracé de ti dispuesto a inmolarme entre tu carne, entre tus llamas. Poco a poco me fuiste consumiendo, sentí como mi piel se iba secando hasta quedar marchita y entre aquella humedad ardiente y ante el ultimo aliento de mi ansias, te poseí frenético mientras tú hacías lo mismo sobre mi, galopando, y hasta que el calor se quedó fundido entre sus brasas…
Qué bien me hizo tomar ese té de hojas, gotas y deseo! porque como si fuéramos dos volcanes no apagados, de pie pero vencidos, ambos goteábamos lava de aquel sitio que nunca lograría petrificarse. Entonces desperté, ya tú no estabas, sólo el hueco de tu cuerpo calcinado se había grabado en el contorno de mi cuerpo quemado y aún ardiendo.
***
ROcep/8 feb. 2012
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home