Un Mundo...

...para creer en el

Todas las mañanas, cuando lo oía silbar, corría a su encuentro, me asomaba por las rejas del corredor y él me esperaba. Nunca me pregunté que tan grande era en relación a mi edad, me bastaba saber que conocía muchas más cosas que yo.

Los demás niños creían que estaba loco, los adultos decían que estaba enfermo, a mí me parecía, solamente, diferente.

Su eterna interrogante era una canción: cuatro caminos hay en mi vida, cual de los cuatro será el mejor. Con ella se despertaba, caminaba, vivía, era como su rezo y ahora pienso que su filosofía.

Él me ayudó a crear las primeras fantasías, me inventó los cuentos más reales y me entregó sus leyendas más humanas, él me hizo crecer en mi imaginación y me ayudó a descubrir lo que sería mi sensibilidad. Por él aprendí que los locos son los seres más cuerdos de este mundo.
Ya no recuerdo cuantos planetas descubrimos juntos, él creando y yo imaginando, el universo se pobló de cuentos, es decir, de realidades.

A veces vivía la angustia de saber que en la calle, en cualquier lugar de ese pequeño pueblo, Mundo, que ese era su nombre, estaría en el suelo sufriendo convulsiones.

Mundo hizo mis primeros papalotes y me ayudó a volarlos, me enseñó lo importante que es estar arriba para desde ahí ver, así aprendí a empinarme en la mente, para desde mí, admirar el esplendente milagro de la aurora.

Un día cuando salí, lo alcancé a ver que iba de pesca, llevaba su caña y su sombrero, y lo agitó de lejos, se iba de viaje y nunca lo supo, iba a dejar escapar su mundo para trascender a otros, iba a encontrar su camino, uno de aquellos cuatro, nunca supimos cual.

Yo conocía el lugar donde solía pescar. En la laguna había un árbol con un brazo de rama sobre el agua, varios metros adentro y una gran sombra.

Alguien me platicó después, que su epilepsia lo hizo caer dentro del remolino. Nunca supe si en ese momento silbaba su canción.

Nunca más regresó, tal vez aquella tarde, él encontró el mejor de sus caminos y yo, con una lágrima en el alma, comencé a elevar el papalote de mi vida, para ver desde arriba... lo que él me había contado desde abajo.
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Dibujo de MEME